The Flaming Lipps

Anécdotas variopintas a través de una boca en llamas.

sábado, septiembre 17, 2005

Besos que Dejan Huella


Fran y Sofía se conocieron en primero básico. A pesar de que nunca fue dicho de manera oficial, todo el mundo sabe que Sofía siempre ha sido un poco más loca y aventurera que Fran.

Corría 1989, el par de enanas se deleitaba pasando las tardes frente al televisor en compañía de Peanuts (Charlie Brown & Cía.). Fran soñaba con encontrar un compañerito idéntico a Schroeder, músico precoz, tímido y ella ser la Lucy que lo correteara.

El fenómeno televisivo de la época no pasó desapercibido para el adulto avispado, al poco tiempo salió el álbum de figuritas de Snoopy, todas a color, cinco por sobre y cada sobre a 50 ¢.

Fran adoraba coleccionar figuritas, tenía llenos el de Las Frutillitas y el de Los Ositos Cariñositos. Sofía por su parte era indiferente ante los álbumes, sus papás siempre le regalaban el de turno y ella al principio compraba los sobres, básicamente porque una que otra figurita era de su agrado y decidía ampliarla/reproducirla por su cuenta; pero todo cambió con la llegada del álbum de Snoopy, Sofía decidió que sí o sí lo llenaría.

La primera plana la ocupaba una figura enorme llena de números, a medida que fue pegando las figuritas Sofía descubrió que Snoopy y Woodstock brindaban por su amistad con dos schops desbordantes, la niña pensó lo raro de ver a dos animales, por muy amigos que fueran, tomando cerveza. Cierto día, Sofía ya adulta encontró un documental en Discovery Channel sobre el comportamiento humano de las bestias: monos alcohólicos y cleptómanos, lemures que provocaban a milpiés gigantes para darse una jaladita con el cianuro que botaban los bichos, todo un carnaval de comportamientos “civilizados”; Sofía concluyó entonces que un perro y un pájaro que gustaran de la cerveza era prácticamente normal.

Fran sonreía triunfante, hace una semana había llenado el álbum de Snoopy; Sofía sufría como animalito encerrado, los sobres de figuritas iban y venían, cincuenta repetidas en total ¡qué porquería! y aún faltaban diez para completar el bendito álbum. Los papás de Sofía se pusieron en campaña, anotaron en una hoja las figuras faltantes y raudos partieron en busca de los revendedores que las negociaban sueltas, después de un par de horas regresaron cabizbajos, sólo pudieron encontrar nueve, la última había desaparecido del mapa.

Esa tarde en su cuarto Sofía lloró de rabia y frustración, hojeaba las páginas, veía las figuritas, leía los mensajes y más rabia sentía, hasta que llegó a la última página. Un dibujo mostraba a Snoopy con los ojos cerrados, acostado de panza en el techo de su casa, mientras le robaba un beso a Lucy que tenía cara de sorpresa, un corazón enorme se formaba en medio de los dos y se leía la palabra ¡¡¡¡MUACK!!!! Los ojos de Sofía brillaron, corrió rápidamente en busca de sus marcadores, un lápiz HB, una hoja de papel bond y el rouge de su mamá.

Llegó el lunes, el bus escolar recorría todas las paradas recogiendo estudiantes de todos los tamaños, Sofía sonreía pícara mientras buscaba con la mirada a Juan Carlos. El mocoso era dos años mayor que ella, un revolucionario que jugaba tanto con camiones como con muñecas; pero sobre todo era su mejor amigo. Durante la vacación de verano una mañana se apareció en la casa de Sofía sin previo aviso, la enana al escuchar su voz corrió rápidamente a cambiarse el pijama por unos blue jeans y una polera, mientras tanto Juan Carlos canchero le decía a la madre de Sofía que le gustaba su casa porque tenía estilo.

¡Bingo! Sofía encontró a Juan Carlos en el último asiento del bus, lo llamó con la mano y abrió su mochila, el enano la miraba intrigado. Sofía le pasó una hoja doblada por la mitad, una mancha rojiza se traslucía, Juan Carlos le prometió que la abriría cuando él llegara a su curso.

A la salida del colegio, Juan Carlos con timidez le contó a la petisa entre risas nerviosas cómo había defendido su tesoro de las miradas y manos curiosas de sus compañeros de curso, le agradeció la tarjeta y le preguntó de quién eran los labios rojos; Sofía sonrió triunfante y le dijo que eran suyos.

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Post Data

Años más tarde los padres de Juan Carlos y los de Sofía coincidieron en un matrimonio, los enanos ya eran adultos y su amistad como muchas otras cosas cambió hasta convertirse en un recuerdo. Mimí, la madre del ex petiso, se acercó Beatriz, la madre de la ex enana, y le confesó que su hijo aún guardaba en el cajón de su mesa de noche una tarjeta con la huella de un beso rojo.

2 Comments:

Blogger raudor said...

y no completó el álbum?

domingo, septiembre 18, 2005 12:06:00 p. m.  
Blogger The Flaming Lipps said...

Nop, la susodicha figurita faltante resultó ser la clave para completar el álbum. Los inteligentes marketeros sólo sacaron un número limitado de "la figurita" para evitar repartir el premio entre muchos enanos.

Sin embargo conquistar a tu mejor amigo con un beso imaginario no tiene precio, para todo lo demás existe MasterCard aceptada incluso en kioscos de barrio y tienditas de la esquina ;)

domingo, septiembre 18, 2005 12:17:00 p. m.  

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